El primer
recuerdo que tengo de Berlín como palabra, es como muchos chicos argentinos,
jugando a la escondida…
‘El último se va
a Berlín!’
Berlín sonaba entonces
como un lugar muy muy lejos. Quizás en alguna montaña de algún país de algún
reino con una lengua muy extraña…Como cuando en un cuento de hadas se refieren
a ‘un lugar muy pero muy lejano...’
El segundo
recuerdo es por una película. Y en casa las películas se miraban, se analizaban,
se digerían.
Era chiquita,
todavía en la escuela primaria y una de esas películas de sábado a la tarde
mostraba como unas personas trataban de escapar de una ciudad. Habían hecho un túnel dentro de una casa,
todo muy escondido de la policía que vigilaba cada movimiento de los ciudadanos de ese país. Recuerdo que
me dio una mezcla de tristeza y miedo. Y
no entendía por qué pasaba.
Y le pregunté a mamá…
- Es
que la gente de ese ciudad que se llama Berlín no puede ir a donde quiere.
- No entiendo
- El gobierno
de ese país no los deja salir
- ¿Cómo
que no pueden salir? ¿Y cómo van a hacer para que no salgan? Eso no se puede…
- Bueno,
construyeron una pared muy alta alrededor de la ciudad para que no se escapen.
Se llama ‘el muro de Berlín’
Todavía recuerdo como si fuera hoy la
sensación, como un dolor de estómago y ganas de llorar.
A medida que miraba la película mas triste
me ponía. La tensión de ver a la gente
que casi descubrían tratando de escapar… los chicos que tenían que hacer
silencio y ayudar de alguna manera como si fueran adultos.
- Bueno…
algunas personas murieron tratando…
No lo podía
creer. Pensé que un lugar así no podía existir.
Así con creo que menos
de 10 años, empecé a sufrir mucho. Y no
estaba acostumbrada. Vivíamos como en
una burbuja, en Olivos, al norte de Buenos Aires, en un barrio que todavía
tenía algunos terrenos libres… andábamos en bicicleta en la calle con nuestros
amiguitos, teníamos la puerta de casa abierta para que nuestro perro Petete
saliera libremente…
Creo que
inconscientemente sentía lo que hubiera sentido si hubiese estado en ese lugar, tras el
muro de Berlín sin poder salir. Sin
poder ver el mundo que mi almita seguramente ya sabía que quería descubrir.
No, no puede ser,
pensé. Está mal. Y si está mal, ¡para mí no existe!
En ese momento
decidí que no quería escuchar hablar del muro de Berlín, de gente prisionera,
de un país que tuviera a su gente como esclava que no pudiera decidir sobre su
vida. Además era también como que nadie
podía ayudar. Era así, y listo.
No sé si le dije
a mamá lo que pensaba, seguramente que no.
Como casi todo lo que imaginaba, soñaba y de alguna manera aún tan
chiquita ya estaba planeando para mi futuro.
Ya estaba en mi
cabeza como escrito a fuego: ese lugar no existía. No podía existir.
Así pasaron los años
y ese muro cayó.
Aunque ese día lo
recuerdo muy vagamente. No quise casi mirar lo
que pasaba por televisión. Era una sensación
rara. Porque sabía que tenía que ponerme
feliz. Pero no podía porque lo había bloqueado
para no sufrir.
Gabrielita había
decidido que ese muro no existía… así que tampoco podía caer.
Y por las vueltas
de la vida… ahora vivo en ese lugar tan lejano que no existía. Y entre el tiempo que cayó el muro y que me mudé a
Berlín me olvidé de ese bloqueo que me había autoimpuesto.
Recién cuando
llegué a Berlín para vivir empecé a recordar… y a sentir esa profunda tristeza
al descubrir esos lugares de la película… al ver fotos, videos, escuchar historias,
recorrer partes del muro…
Entonces le
agradezco a esa Gabrielita y a mi familia que me dejaron vivir inocentemente un
poco más, sin conocer la maldad del poder.
Pensando solamente en cosas de chicos, de chicos libres.
Creo que a esa
edad ya encontré la pregunta con que evalúo cualquier lugar:
¿La gente es
libre?
Y no empiecen a
tratar de explicarme que hay algunas libertades, pero que bueno…
LIBERTAD hay una
sola.
Así que si la
respuesta es negativa, vanas serán las explicaciones.
Argentina tuvo,
tiene y tendrá muchos problemas.
Pero agradezco
todos los días el haber nacido en Argentina.
Nací y crecí
libre. Pude decidir sobre todos los
aspectos de mi vida.
Desde que
estudiar, en que trabajar, como vestirme, que comer, con quien hablar, con
quien no hablar, que leer, que no leer, a donde ir, a donde quedarme, a donde
volver.
Qué el límite fuera y sea solo mi imaginación.
Y esa LIBERTAD es la que deseo para toda la humanidad.
Otras anécdotas --> La única bikini de la playa...
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